viernes, 19 de diciembre de 2014

El miedo, factor paralizante de la monja.

      LLEGAR A LA META QUE DIOS NOS MARCA

Tronco de Adviento del Monasterio
En el trato con Dios, en la vida espiritual, en la “búsqueda de Dios” -que diría San Benito-, nunca el Señor nos pide más de lo que podemos dar. Dios, nuestro Señor, es sumamente respetuoso y compasivo.
Pero a veces ocurre que creemos exigencia de Dios lo que es solamente ocurrencia puramente personal y, frecuentemente, no somos capaces de llevarlo a cabo. Concurre en ello diferentes causas: nuestro modo de ser, nuestra formación humana y espiritual, nuestra salud, nuestras fuerzas físicas y psíquicas…, o simplemente que no es el plan de Dios sobre nosotros. Cuando pasa esto, nos hundimos, agobiamos, y cansados de no conseguir lo que nos habíamos propuesto, lo echamos todo por la borda. Pensamos que no somos aptos, que no conseguimos nada, que la vida espiritual no es para nosotros; y tranquilamente, o no tan tranquilos, lo dejamos todo...

En otras ocasiones, queremos “correr” más de lo debido, cubrir etapas en poco tiempo; llegar pronto a la meta. Esto nos destruye interiormente y termina por ir, poco a poco, “aflojándonos”. Dejamos a un lado la “lectio”, la oración, el contacto con Dios…, en una palabra: dejamos de caminar al ritmo que Dios quiere, contando con su empuje y su gracia.
Ambas actitudes no conducen a nada. Nos paralizan y nos destruyen interiormente. Para combatirlas, el remedio es dejarse conducir. ¿De qué modo?, cabria preguntarse.
Debemos buscar una persona experimentada en las cosas del espíritu, con la  cual podamos dialogar, abrir el corazón con toda sinceridad, claridad y espíritu de fe. Ella ha de ser paciente; que nos acoja con cariño y deseo de ayudarnos, que nos comprenda. Puede ser varón o mujer, no importa, el caso es que acudamos a ella siempre que lo necesitemos. Por nuestra parte, hemos de seguir lo que nos indique y aconseje, sin hacernos problemas.
¡Seguro que salimos victoriosos!; y correremos con el corazón dilatado, como dice San Benito, por los caminos del Amor. Así llegaremos a la meta que Dios nos ha marcado, no a la que nos habíamos propuesto.

Sor Mercedes Díaz Garcia.

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